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lunes, 12 de marzo de 2012

El jugador de baloncesto

Después de una larga temporada bastante buena en la que no salió a jugar en ningún partido, llegó la final en la que se decidiría si el equipo de su universidad ganaría o no. Ese día por la mañana, durante el entrenamiento, se le acercó el entrenador al muchacho y le dijo muy bajito:
- Verás, chico, es un poco difícil de decir, pero… tu padre ha muerto esta mañana. Acaba de llegar un telegrama.
El chico trago saliva y comenzó a temblar. El entrenador le abrazó y le dijo:
- Hijo, tómate la tarde libre y no vengas al partido de esta tarde. Lo siento mucho.
Y se fue.

Por la tarde el equipo no jugó muy bien. Durante la primera parte del partido apenas encestaron, y el otro equipo era muy bueno. Iban perdiendo por 40 puntos en el descanso, cuando de repente entró el chico en el vestuario y le dijo al entrenador que quería salir a jugar. El entrenador le dijo que no, pues no quería que su peor jugador saliese al campo.
- Por favor, entrenador, déjeme salir una vez. No le defraudaré. Necesito jugar este partido.
El entrenador al final accedió, pues el muchacho le daba pena. "Seguro que aún está afectado por la muerte de su padre", pensó.

El chico salió y comenzó a hacer unos pases increíbles y a meter canastas imposibles. Todos los espectadores estaban asombrados de ver al joven del banquillo, que jugaba como el mejor. Hasta el entrenador estaba admirado, pues no sabía de donde sacaba semejantes fuerzas y ánimo para jugar de ese modo. Faltaban dos minutos para el final del partido, y el muchacho sin ayuda de nadie había conseguido recuperar los puntos y empatar. En el último minuto, metió la canasta que les dio la victoria. El público, los jugadores y el entrenador comenzaron a aplaudir a rabiar, y al muchacho se le vio feliz.

Al finalizar el partido, se fue a una esquina del vestuario, solo. El entrenador se le acercó y le felicitó diciendo:
- Has jugado estupendamente. ¿Cómo es que hoy hiciste todas esas canastas en el campo? Nunca habías jugado así.

- Usted sabía que mi padre había muerto esta mañana, pero, ¿sabía usted que era ciego? - dijo el muchacho levantando la vista-. Cuando venía a los partidos lo hacía para alentarme, pero no me veía. Hoy era el primer día que podía verme jugar, y yo le quería demostrar que podía hacerlo.

lunes, 27 de febrero de 2012

La historia de Mark Inglis


La historia de Mark Inglis es la historia de un hombre que siempre ha perseguido su sueño a pesar de las dificultades que se ha encontrado por el camino. Y, en su caso, han sido muy grandes. La vida de este alpinista neozelandés quedó marcada para siempre en 1982. Desde 1979, Inglis era miembro del equipo de rescate del Parque Natural de Monte Cook, uno de los principales centros de montañismo del Hemisferio Sur y, por supuesto, el más alto y famoso de todo Nueva Zelanda. En noviembre del año 82, en medio de una operación de rescate, Inglis y su compañero, Philip Doole, se vieron sorprendidos por una tremenda tormenta de nieve y quedaron atrapados en una cueva de hielo. Su rescate duró catorce días y se convirtió en un evento de máxima audiencia en la televisión local. Las dos semanas que ambos montañistas se pasaron atrapados en el hielo les dejaron varias secuelas. La más importante fue la congelación de sus piernas, lo que obligó al equipo médico que los atendió a tener que amputar a Inglis ambas extremidades desde la rodilla hacia abajo.

A pesar de todo, el neozelandés no se dejó arrastrar por la tragedia y en los años venideros se dedicó a enseñar al mundo un amplio abanico de habilidades que poseía. Se hizo guía de esquí y montañero sin piernas. Se graduó con matrícula de honor comoBioquímico y se dedicó a investigar vías para identificar la leucemia. Después, dedicó su vida al mundo de los vinos y trabajó en la bodega más grande de su país, los Vinos Montana. Tras diez años en los que consiguió que Montana elaborará vinos que fueron aclamados internacionalmente, Inglis dio un nuevo giro a su vida. Adaptó una bicicleta con sus particulares necesidades y comenzó a rodar con pasión y empeño. Su aventura culminó con una medalla de plata en los Juegos Paralímpicos de Sydney 2000. Desde entonces, las montañas han vuelto a centrar en exclusiva su vida.

En 2002 recibió un gran empujón a su carrera como escalador cuando le entregaron sus dos nuevas piernas artificiales hechas de fibras de carbono y diseñadas especialmente para él. Con ellas, hizo cima en el Monte Cook en el 2002, lo que le valió recibir la Orden de Mérito de Nueva Zelanda por sus servicios a las personas discapacitadas. Como dice él: "No tienen falta de habilidad, sino que tienen una oportunidad diferente a las demás personas". En 2004 se convirtió en la primera persona con ambas piernas amputadas que coronaba un ocho mil. En concreto, Inglis ascendió a lo más alto del Cho Oyu, de 8.201 metros y la sexta montaña más alta del mundo.

En vista de los éxitos conseguidos con "sus" nuevas piernas de fibras de carbono, Inglis decidió afrontar su verdadero sueño. Coronar la montaña más alta del mundo, elEverest. Por supuesto no fue una aventura fácil. Mientras se aclimataba a la altura, en un campamento a unos 6.500 metros, se le rompió una de sus piernas por la mitad en un pequeño accidente. Lejos de desanimarse, bajó a un campamento mayor donde le ayudaron a repararla con material muy simple. Al final, después de 40 días de sufirmiento, el 15 de mayo de 2006, Inglis coronaba la cima del Everest, desde donde llamó a su mujer y sus tres hijos. Un bonito detalle.